
Por: CAMILO A. CARRILLO MENDOZA
Cada vez más, en el mundo de la música contemporánea, el concepto de transgresión implica algo diferente al quebranto de la norma, de lo tradicional. Con el profuso advenimiento, en la última década, de artistas que rechazan los géneros y juegan a desdibujar los límites de sus propuestas sonoras, también se ha cultivado la transformación como herramienta para romper esquemas. En todas las latitudes se pueden encontrar ejemplos de proyectos solitarios y movimientos musicales ampliamente desarrollados cuya identidad no fue generada a partir de la negación o incumplimiento de los estándares de un género musical, sino tomando sonidos que hacen eco de otros momentos de la música y convirtiéndolos en fuentes de inspiración.
En los años recientes, estos procesos de cambio han empezado a manifestarse en el oriente colombiano con la aparición de proyectos artísticos que buscan alejarse de los cánones de la Canción de Autor, el Jazz, el Rock, el Folk, el Hip-Hop y el Reggae, géneros de preferencia de la movida alternativa en Colombia. A su vez, han surgido los espacios y la audiencia para la comunidad musical independiente, lo que ha permitido que florezcan lugares como Municipal – Música Viva, un venue y punto de confluencia de artistas independientes situado en Bucaramanga.
Desde su apertura en febrero del 2018, Municipal ha logrado ubicarse como un sitio de referencia para la escena local bumanguesa, ofreciendo una parrilla de eventos con una gran variedad de artistas locales, nacionales e internacionales, que en poco tiempo ha renovado el paisaje sonoro de la ciudad. Esta intensa búsqueda por fortalecer el talento de este territorio le valió al establecimiento el “Reconocimiento a modelo de negocio innovador, implementado por empresas emergentes”, otorgado por el Ministerio de Cultura en junio del presente año, dos meses después de que cesaran temporalmente sus operaciones como sala de conciertos debido a la pandemia.
Fue en esta coyuntura que, en asocio con el Laboratorio Creativo de Santander– proyecto de fomento artístico y creación cultural- Municipal – Música Viva llevó a cabo el lanzamiento de su primer trabajo discográfico: un compilado con la participación de cuatro bandas del Área Metropolitana de Bucaramanga, cuyas propuestas dejan ver la construcción de un sonido propio a partir de un amplio discernimiento sobre variados géneros musicales. Al disco se le dio el nombre de “Fuego en la 33” como un guiño a la nomenclatura de una de las arterias viales más transitadas de la ciudad, y para insinuar que así como el fuego es clave para sostener la biodiversidad en la naturaleza, este álbum complejiza el ecosistema sonoro de la capital santandereana a través de nueve canciones que queman cada una a su manera.
En conjunto, la sonoridad de “Fuego en la 33” presenta rumbos poco explorados por la música local, un adelanto de lo que podría ser el futuro del sonido búcaro. No quiere decir lo anterior que a este disco lo compongan piezas vanguardistas, fritas o yoko-onescas. Las melodías contagiosas están ahí, al igual que la sensibilidad jazzera y pop que encuentra quien busca en la discografía de Bucaramanga. Pero, esta vez, estos recursos vienen cargados de una experimentación muy interesante para una urbe en la que priman las guitarras distorsionadas y los acordeones estridentes. Y es esta libertad exploratoria la que termina definiendo la personalidad del disco y une a las agrupaciones participantes.
La versatilidad de canciones como “Playa Espacial” de NOH-ES, combo de música electrónica con elementos de Jazz y cadencia costera, permite que sea un tema propicio para pinchar tanto en una fiesta electrónica a punto de fundirse, como en un parche caribeño iluminado bajo la luz de la hora dorada. En los ocho minutos de duración de la canción hay un momento para cada músico del trío: el ritmo sembrado por Edo Jiménez llama inicialmente la atención con el brillo de dos cencerros que pronto pasan a ser seguidos por el acompañamiento de una percusión menor, sugestiva de la arena y la espuma marina, vibrando entre platillos que, en el momento justo, un bombo digital termina de anclar en su lugar. Paralelo al establecimiento de este compás, se suman dos líneas sintéticas: una de bajo y una melódica que se repiten durante casi toda la canción, situando una base estable para que Daniel Rivera y Javier Mendoza se turnen el corte de las frecuencias altas con solos aterciopelados de guitarra y saxofón soprano, respectivamente.

En otra paleta sonora del disco se encuentra Monte, agrupación liderada por el músico y gestor bumangués Doménico Di Marco, que aprovecha el formato clásico de dos guitarras, voces, bajo y batería para imprimirle potencia a una propuesta que toma influencias de los sonidos Africanos y Afrolatinos pasados por el filtro de la Psicodelia y el Rock. Con “Siembra”, una de sus canciones incluidas en el compilado, Monte presenta una obra controlada mediante unas dinámicas muy interesantes. Por un lado, se encuentra la tensión muy precisa creada a través del arpegio interpretado durante la mayor parte del tema por el guitarrista Edwin Amorocho, que complementa el ritmo del baterista Edo Jiménez y la voz cigarrera de Doménico Di Marco, quien apenas con tres palabras logra transmitir un mensaje de rito funerario, de dolor que no suena a incapacidad sino a piras quemándose, a baile emborrachador, a renacer. Y luego viene la liberación, expuesta por los gritos de Doménico y orientada a merced del público por el groove inquieto del bajo de Carlos Ulloa, la soltura y precisión de Edo y el remate que Edwin Amorocho da a la canción, convirtiendo el arpegio en un punteo que propulsa y lamenta en trance, casi queriendo desenvolverse en un loop infinito.

En un universo sonoro muy distante al de Monte está la Elastic Band, que en su canción “Melancholic Matches” transmite un sentimiento universal a través de una melodía que se deja tararear, incluso sobre la base de un ritmo irregular. Esta composición de Camilo Torres, saxofonista que integra la dupla creativa de la agrupación junto al pianista Jhon Huérfano, es delicada en la presentación de un tema de Jazz contemporáneo matizado con arreglos de piano y vientos. El primer instrumento, un Nord Stage que proporciona toda la calidad de su rango, brilla en ocasiones con un tono que se asemeja a una campana modulada, aunque principalmente se une a la base rítmica construida por el bajo de Diego Villamizar y la batería de Edgar Martínez, para darle espacio a los vientos interpretados por Torres, los cuales simulan la oscilación libre de la llama de un fósforo que lucha sin ninguna preocupación hasta inevitablemente apagarse.

Para completar los sabores del pastel heterogéneo que se presenta en este disco, la crema del Hip-Hop santandereano, El Nido, arriba con un nuevo proyecto en el que Alman Lenid, Sike Damodar y Repz Bar$ se juntan con Dream Voyage, un combo integrado por tres músicos consolidados de la escena búcara: Juan Sebastián Palomino, Chepe Castro y —oh sorpresa— Edo Jiménez. Este formato de tres MCs con banda en vivo es una de las joyas del compilado, inaugurándolo con “Infinito” y “Ñapa (Bonus Track)”, dos canciones que comparten una personalidad inspirada en el relajo del sonido neoyorkino, en las que tanto instrumentistas como MCs demuestran un amplio control de la cadencia y el flow de sus contrapartes. Aunque sean familia, cada tema tiene un bailado distinto: mientras que la musicalidad de “Infinito” eleva sobre las nubes y hace pensar en una estrategia defensiva, “Ñapa (Bonus Track)” se muestra incisiva, aterrizando la idea de que el propósito de este proyecto es reclamar una posición y no dejar sobrevivientes. Aquí se encuentra una banda que desde la independencia ha logrado conectarse con la ciudad de una manera diferente, llevando a Bucaramanga en la solapa de sus camisas y tomando sus enseñanzas para luego volver a darle clases.

Es importante mencionar que el álbum compilatorio cuenta con otras cuatro canciones, una de cada agrupación mencionada, que también brillan con su propia fuerza. Este texto es solo un paso por las que sobresalieron para mí como productor del proyecto, integrante del comité curatorial de Municipal – Música Viva y fundador del Laboratorio Creativo de Santander. Si después de darle una vuelta al disco completo quieren conocer un poco más acerca de este, también se grabó un minidocumental sobre el proceso, realizado por Camilo Guerrero, aka Sike Damodar, integrante de El Nido. Esta es una oportunidad para conocer las nuevas propuestas musicales de una zona del país cuya identidad sonora sigue en construcción, empoderándose con cada esfuerzo de la comunidad local de creativos que trabaja por y para la música de este territorio.