La autopista de los tintes

POR: MARÍA CAMILA TAPIAS BEDOYA

En el momento en que tomé esta fotografía no estaba sola, aunque el escenario muestre todo lo contrario. Encima de mí había nubes escupiendo pequeñas gotas de lluvia, mientras que el viento me suspiraba al oído. La soledad me acechaba, pero dos pájaros a mis espaldas la ahuyentaban.

Esta fotografía da muestra y testimonio de la fragilidad y maleabilidad de nuestro entorno, de nuestros hábitos y de nuestros tiempos. El “encierro” para muchxs supuso una salida, pero no de la forma en la que normalmente se piensa.

Durante el confinamiento, mi visión del panorama se vio manchada o, mejor dicho, teñida de otros tintes por personas que nunca había visto antes. Si no fuera por esta crisis pandémica tal vez nunca las hubiese conocido. Muchos de esos tintes, que en un principio eran de un color fuerte, con el tiempo se fueron opacando, eso sí, sin desaparecer por completo.

Durante años caminé por los andenes de esta autopista que en su momento era caótica, pero ahora se me hace mucho más cercana por lo apacible que se ve ahí, congelada en el tiempo; y así será hasta que conserve esta fotografía. Siento empatía por esa autopista porque, al igual que en mí, en ella hubo caos, desorden, ruido, accidentes y confusión. Amar en público a veces genera caos en el entorno cuando el resto lo ve como un atropello, como un accidente.

Pese al escenario monocromo, los tintes que nombré anteriormente fueron claves pues estos promovieron la revolución que se estaba concentrando dentro de mi ser. Con ellos construí la pieza que le hacía falta a mi rompecabezas. No me sirve para atacar a quienes me atacan, pero sí para defenderme. Esos tintes son los que le dieron color a mi paisaje.

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